viernes, 25 de enero de 2013

NANAI



A Unai y Marcos.

La vida despliega
su ventura diáfana
en estos dos, 
desbocados infantes.

Atados al porvenir,
su hercúlea  luz
nos acaricia el alma,
con sus grandes manos.

Son la continuidad
de una estirpe legendaria,
la señal viva,
la aguda espada,
de la humanidad.

Son el limpio firmamento,
son el zafarrancho de combate,
de la futura quimera.

El sol enraíza sus miradas,
en sus pupilas claras
el astro rey
escribe con su pluma amarilla,
el esplendor de un nuevo amanecer.

Y ahora mis versos entonan
el viejo poema
de una conocida ilusión.

Asomándose a lo que serán,
arrojándose al abismo de la esperanza.

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