viernes, 23 de diciembre de 2011

PEGALAJAR

Mis recuerdos de la infancia y juventud
son imágenes de laderas llenas de pinos,
casas blancas, juegos de niños,
y un horizonte repleto de olivos.
De baños en la fría charca,
manantial del deseo violeta.
En aquellos estivales meses,
paso por mi lado la felicidad,
éramos jóvenes satisfechos,
éramos bienaventurados en la calle,
éramos héroes de pantalón vaquero,
primos, amigos, furtivo susurro,
de la feria de las vanidades.
Esperábamos la princesa definitiva,
el cambio general en la prosperidad,
entre repletos billares,
y estruendosa música en la discoteca.
Y en aquellos momentos,
momentos de risas, alegría y jolgorio,
aparecía lo inesperado,
la vida estallaba en júbilo
porque la locura estaba cerca,
la revolución, y la rebeldía.
Y en aquellos momentos
nos creíamos eternos,
nos creíamos los dueños del mundo.
Imaginábamos un país
cargado de futuro, de luz y color,
un país de todos y para todos.
Elucubración de una quimera

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