La hermosa torre Eiffel
en la noche oscura y lejana
ilumina tu arrebatadora tez,
sublime regalo,
magia compartida,
belleza desnuda,
en esencia de mujer.
Un henchido regocijo
desde la capital de la luz,
se derrama por todo el universo,
como marea de edén
y rosas amarillas.
Entretanto el poeta
solo puede entonar tu canción,
como preludio
de un lozano otoño.
Mientras se ase
-a tu imagen celeste-
definida y contundente,
suave y transparente.
¡Radiante amanecer
de una efigie de leyenda¡
precioso cómo siempre
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