A mis abuelos republicanos,
Francisco y Fernando
¿A dónde fueron las palabras que no dijimos?
¿Aquellas que callamos por miedo,
cuando los golpes, cuando la tortura,
se aferraba a nuestra alma cansada?
¿A dónde fueron las palabras que no nos dejaron decir?
Aquellas palabras, que gritamos en silencio,
en nuestro libre corazón,
en nuestras limpias miradas.
Esperábamos que aquellas palabras
fueran el futuro eco que sanara
a una patria desdentada, abandonada, olvidada.
De entre el coraje de unos,
de entre el sueño de otros,
surtía una voz de libertad
que no desmaya, que no abandona,
un voz llena de porvenir
que atravesaba el caos, el hambre, y el dolor.
De aquellas esperanzadoras palabras
eran amigos la vetusta utopia,
los puños cerrados de la tolerancia.
Y el alma se petrifica
como la leyenda de los olvidados.
Aquellas palabras del pasado
crecen triunfal sobre las vísceras,
y el pecho, de los indignados…
No hay comentarios:
Publicar un comentario